lunes, 26 de octubre de 2009

El acertijo de la pobreza

Compartimos aquí un interesante artículo de nuestra compañera de curso Liliana Pereyra publicado en La Voz del Interior el lunes 19 de octubre.



Por Liliana Pereyra. Instituto de Economía y Finanzas. Facultad de Ciencias Económicas. Universidad Nacional de Córdoba .


La pobreza se exhibe en los cuerpos por el deterioro progresivo de las condiciones de vida y en los datos simplificadores que ocultan parte de esta problemática, siendo éste el modo en que la sociedad se ve a sí misma.
En muchas oportunidades, la pobreza se entrecruza con la política, la economía, la educación, la salud, la delincuencia y la droga, o en expresiones de la Iglesia, el Gobierno, las organizaciones de la sociedad civil y hasta de las instituciones internacionales. Al punto que, en la búsqueda de soluciones dentro del laberinto social, observamos las constantes luchas o conflictos de ideas y una alejada cooperación entre los actores como resultado de intereses individuales y la falta de compromiso. Los dispositivos para aliviar, combatir, luchar o erradicar la pobreza se canalizan en las políticas sociales en un sentido amplio, que se levantan sobre el dato cuantitativo, donde las condiciones de vida se reducen en una cifra.
Estos datos son necesarios pero no suficientes; fiables, pero no exactos. Es decir, el blanco hacia donde las políticas sociales apuntan está limitado por un listado que enumera cuántos son, dónde viven y qué hacen. Todo eso constituía un modelo estándar, el cual, en la década del ‘90, no bastó para revertir la tendencia creciente de la pobreza. Como prueba de ello, a finales de ese período se habían acumulado 112 programas sociales nacionales y gran cantidad de organizaciones de la sociedad civil.
Esta deuda social no disminuyó con el comienzo de esta década, por el contrario, se elevó con la crisis de 2001. En los años sucesivos, la pobreza disminuyó en mayor proporción que la indigencia, acompañada por una merma significativa en la cantidad de programas sociales a nivel nacional. La evolución de los datos de la pobreza extrema (indigencia) nos expresa que desde los años ‘90 a la fecha no ha variado significativamente la situación, fruto de una estructura de la sociedad que va ampliando su brecha de ingresos y de oportunidades entre los que poseen más y los que más pierden. Con este panorama es oportuno formularse una pregunta: ¿dónde está la fuente de los datos para poder observar lo antes expresado? Los números de pobreza eran publicados a partir de la Encuesta Permanente de Hogares, en los indicadores del Indec y de los ministerios. Esto se difundía como símbolo de transparencia institucional.
Sin embargo, a partir del 2007, el Gobierno nacional ostenta un anhelo vehemente por mostrar cifras poco fiables y aún menos exactas, que burlan la inteligencia de la sociedad. Bajo la pobreza. Los datos agregados de la pobreza dejan de lado diversas realidades, como por ejemplo “los pobres desde siempre”, los “nuevos pobres”, los “trabajadores-pobres”, los “vulnerables”, “los excluidos”, “los camuflados”, entre otras denominaciones.
Cada categoría posee condiciones de vida, capacidades, estrategias y oportunidades diferentes, las que sólo pueden comprenderse a través de metodologías cualitativas, aplicando entrevistas en profundidad. Con esta técnica se obtienen cantidades reducidas de casos con una gran riqueza de información que dificulta una sistematización adecuada y un volumen de datos significativos en términos estadísticos. Las limitaciones de lo cuantitativo y de lo cualitativo pueden afrontarse con una postura integradora de las metodologías denominada “triangulación”, mediante la que podemos ampliar, verificar y confirmar los resultados.
En síntesis, las políticas sociales han sido prácticas y, en muchos casos, no han demostrado estar a la altura de las circunstancias, no comprendiendo la complejidad del problema de la pobreza para avanzar en términos de disminución y de solución. Hoy encontramos que tanto en el debate público como en la agenda de la política social, muchos pasan por alto estos datos, lo que obviamente no contribuye a construir una sociedad más justa. ¿Un dato menor? A nivel nacional, contamos con un registro de Organizaciones de la Sociedad Civil (OSC), donde se inscriben un conjunto amplio de instituciones (fundaciones, cooperativas, mutuales, sindicatos, asociaciones civiles, ONG, centros vecinales, etcétera).
El Centro Nacional de Organizaciones de la Comunidad (Cenoc) enumera un total de 853 OSC ubicadas en Córdoba a diciembre del 2005, mientras que el Grupo de Análisis y Desarrollo Institucional y Social (Gadis) releva 12.249 OSC. Es decir, cada mil habitantes hay cuatro organizaciones. Estos actores fueron convocados años atrás por el Gobierno provincial a la Mesa de Concertación de Políticas Sociales bajo el ícono de un modelo de gestión participativo. Esos esfuerzos tuvieron pobres resultados y hoy serán el eslabón entre los pobres y el Estado.
La receta genérica de aunar los esfuerzos entre el Estado y las OSC no tiene presente la distribución por áreas, donde la Asistencia Social y los Grupos Vulnerables son menores en cantidad a las del campo de la Educación, la Salud y la Cultura, además de que cuatro de cada 10 no posee personería jurídica que las avale formalmente.
Todas estas son consideraciones relevantes y no un dato menor al momento de comenzar un registro serio. Obviamente, la intervención de los actores sociales no siempre es eficaz. Sin embargo, es necesaria, pues no es posible concebir una estructura centralizada política y económicamente eficiente para disminuir la pobreza. Detalles finales. Hasta el momento, los datos de la realidad de los miembros más desfavorecidos y la capacidad de formulación de soluciones y acciones reportan pobreza. Si bien reconocemos que las OSC se han preocupado por los temas que impactan a la comunidad, los resultados demuestran que no han logrado complementar la función del Estado y, de ese modo, este ideal fracasó. Otro tanto es el caso de las políticas sociales (que antes dependían del manual-programa-social), con las que no pudimos experimentar la tan mentada equidad y sólo avanzamos a pequeña escala, endeudándonos por partida doble.
Un diagnóstico adecuado en términos cuantitativos y cualitativos es clave para evitar desaciertos y encontrar soluciones pertinentes. La pobreza está en la sociedad, en la realidad oculta, en los cuerpos deteriorados, en las preguntas sin respuestas, en las necesidades insatisfechas, y también en los que toman decisiones y no encuentran el carril por donde debe dirigirse la política social, un dato a todas luces fundamental.

http://www.lavoz.com.ar/nota.asp?nota_id=560405